¡holaaa!
Cuanto tiempo sin publicar un relato por aqui xDDD
Bueno, paso rapido que tengo mucha prisa
Espero que os guste, perdonad si hay faltas de ortografia U_U
No hay mas continuacion, eso que quedde claro, el relato se queda como esta xDD
¡UN BESO! ¡Disfrutad! ^^
EL JUEGO DE LA ROSA.
Noté como su temperatura corporal descendía lentamente.
Acaricié su cabello, tan fino con la seda; sus párpados se cerraban pero yo le decía que tenía que aguantar que pronto vendrían a ayudarla, aunque eso era mentira.
Ella seguía luchando por sobrevivir y yo, por no derrumbarme.
La herida era demasiado profunda, el cuchillo había hecho una gran herida de la que Aliena no podría escapar.
Miré a Anne. Ella seguía jadeando y lloraba desesperadamente. Seguía en el suelo, con el cuchillo ensangrentado en la mano, sin poder articular palabra.
-No llores…-murmuró Aliena entre sollozos.
-No estoy…
Noté como una lágrima descendía por mi mejilla izquierda y caía a la ropa rota de Aliena. Y de repente, las lágrimas fueron multiplicandas, hasta acabar como Anne.
Acaricié sus párpados, sus pómulos, sus brazos, su cuello… Hasta llegar a la herida, en la que me detuve.
-La rosa, Nathaniel. Por favor…recógela o alguien lo hará en tu lugar y entonces no podrás tener la vida que siempre has deseado-murmuró, sollozando. Apenas la entendía.
Me daba igual todo. Absolutamente todo. Solo quería que ella viviera, que mi hermana no se hubiera cruzado con Aliena, que hubiera sido yo el que ocupara su lugar…
-¿Por qué, tú Aliena y yo no? ¿Por qué tú estás ahí y yo sigo vivo?-seguí llorando.
-No sé la respuesta- intentó ladear la cabeza, pero no pudo-. Quizás sea el destino, tú tienes que seguir viviendo y mi vida acaba a los quince años-rió.
Yo no me lo tomaba a risa, aunque le seguí la corriente. No quería que siguiera deprimida.
Gimió.
La dolía muchísimo y el trozo que me había arrancado de la camiseta estaba empapado en sangre.
La besé en la frente.
-Todo va a salir bien-la dije.
-Mientes de pena, Nathaniel-me dijo mientras me tendía la mano con las pocas fuerzas que le quedaban.
Y fue como si el tiempo se parase, como si no quedara apenas lugar para nosotros.
Mi mano que descansaba en su barriga, dejó de ascender y descender.
Puse mis dedos en su pecho; no latía, su corazón se había parado.
-¡Aliena! ¡Aliena, despierta!-toqué su rostro, sus ojos, los cuales estaban cerrados.
Anna me miró. Se levantó y tiró el cuchillo. Se quedó mirándonos a los dos.
Grité. Y lo volví a hacer. Fue un grito de desesperación, de ira, de miedo, de tristeza… Todos esos sentimientos habían formado algo en mi interior que hizo que lo expulsara.
Anne corrió hacia mí.
-¡Nathaniel para, por favor!-me abrazó con fuerza, pero la empujé hacia un lado haciendo que se diera con una piedra en un brazo.
Volví a gritar, pero esta vez dejándome caer encima del cuerpo sin vida de Aliena.
Anne volvió a llorar, pero no del dolor del brazo, sino por mí.
-¡Nath! ¡Para, por favor! ¡Así no vas a conseguir nada!
No alcé la cabeza. Me quedé en su regazo, notando como su cuerpo inerte me hacia estremecerme a causa de lo frío que estaba.
Dejé que mis recuerdos me llevaran a un lugar remoto, junto a Aliena… la primera imagen que vi tras mi mente, fue el rostro pálido de un hombre cubierto de una larga y blanca barba.
Anunciaba las reglas del juego de la rosa. Era el gran jefe, como el chamán de una tribu.
Desde el altar, nos observaba mientras nosotros nos lazábamos miradas repletas de odio y rechazo entre los dos Clanes que se enfrentarían durante las tres pruebas que pasaríamos.
-Estamos aquí reunidos para dar la bienvenida a la sexta apertura del juego de la rosa. Como cada cuatro años, nos reunimos en esta plaza donde disfrutaremos durante tres días del magnífico juego; sobrepasando los límites de la crueldad y la sangre.
Algo hizo que me estremeciera en aquel instante.
Miré a Aliena, que mantenía su rostro serio y a mi hermana, quien mostraba cierto miedo en sus facciones.
-Las reglas son sencillas: No se podrá hablar con ningún miembro del otro Clan por motivos de seguridad, ni tampoco abandonar el juego por causas sin importancia. La primera prueba comenzará mañana, de madrugada.
Y todo se silenció. En la estancia, aguardaban grandes televisores de pantalla plana para poder disfrutar de nuestros combates por la supervivencia.
Anne tiró de mí, llevándome hacia la pequeña cabaña donde aguardaríamos hasta la primera prueba.
-Tenemos que machacar a esos insensatos. Seguro que están planeando infiltrase en el Clan para conseguir información-bufó Jake, mientras se dejaba caer en una de las camas-. ¡Les enseñaremos de lo que somos capaces!-alzó el puño.
Todos gritaron al unísono mientras se servían algo de beber.
-Saldré fuera un momento a que me dé el aire. Me estoy poniendo malo con tanto idiota-le dije a mi hermana al oído-. Vuelvo enseguida.
Llené mis pulmones de aire fresco. Unos metros más al fondo, se encontraba la cabaña del otro Clan.
De él salió una chica rubia de ojos grises que se quedó sentada en los cuatro escalones que había antes de abrir la puerta.
Dudé si acercarme a ella. No la reconocía, pues mi vista fallaba un poco desde ya hacia unas semanas.
Al final me decanté por acercarme y hablar con ella.
-Hola- dije mientras me paraba en seco enfrente de ella.
Entonces alzó la cabeza y vi su rostro… Era ella, Aliena.
-¿Qué haces aquí? Vete-volvió a hundir su cabeza en sus rodillas.
-Que yo sepa, no hay nadie espiándonos, así que podemos hablar tranquilamente, ¿no?
Me volvió a mirar, pero esta vez a los ojos. Noté como las mejillas me ardían ante esa mirada tan penetrante.
-Pero es una regla, no puedes estar aquí. Será mejor que te vayas-discutió ella, ladeando la cabeza.
Aliena era una amiga de la infancia. Crecí con ella, hasta que mis padres murieron en un accidente y ella me propuso inscribirme en el Clan del Norte, de donde provenía y vivía.
Ella me dijo que llevaba en el Clan del Sur como tres meses y era bastante divertido, te enseñaban a defenderte de los monstruos más peligrosos de la ciudad, a usar la espada, el arco, el hacha…
Miles de cosas que en el futuro, te pudieran servir, así que la hice caso y me inscribí, sabiendo que mi hermana ya estaba allí, aunque llevaba apenas un mes.
Pero de repente, fue como si Aliena hubiera sido borrada del mapa, de toda la ciudad.
Y entonces pasó esto: El juego de la rosa apareció ante nosotros como si una luz brillante nos cegara.
Ya que Jake era el hijo del hombre que creó el Clan del Sur, tuvimos que hacerle caso por el título que ostentaba.
Y fue cuando me volví a encontrar a Aliena.
-Supongo que es lo mejor-musité-. Perdóname la vida si te toca enfrentarte a mí, ¿eh?
Vi como se ruborizaba y corría para abrir la puerta.
-Nathaniel-me dijo, y entonces me giré-. Lo haré-me sonrió y se adentró en la penumbra de la cabaña.
La devolví la sonrisa, aunque ya era demasiado tarde. Ella no estaba.
La primera prueba no fue difícil sino más bien era bastante complicada, ya que tenías que buscar muy bien para encontrar el objeto clave que confirmaba que habías terminado la prueba.
Era una escama de dragón, aunque tenía truco. Debías saber que la escama era venenosa, con lo cual antes de cogerla, debías buscar unas hojas que si las frotabas contra la piel, obtendrías una película protectora para no ser envenenado.
Muchos miembros de ambos Clanes murieron. La gente disfrutaba viendo morir a aquellas personas sin la información suficiente para poder pasar aquella prueba.
Yo lo veía injusto, pero no se podía hacer nada. Así era el juego de la rosa.
Esa misma tarde, después de haber pasado casi todo el día luchando para conseguir las escamas, vino Anne, quien se quedó en la puerta, sin apenas poder parpadear.
-¿Anne?-me levanté y fui hacia ella-. ¿Qué ha pasado?
Los demás miembros se acercaron, formando un círculo.
- Es Jake…-musitó, mientras se secaba las lágrimas.
Todo quedó en silencio. Solo se oía la lluvia y algunos pájaros piar.
Me senté en la silla, petrificado ante la supuesta noticia que me esperaba de nuestro compañero.
-Ha muerto.-dije, mientras miraba a mi hermana, quien empezó a llorar de nuevo.
Asintió con la cabeza mientras lloraba en el hombro de Holly, una compañera.
Salí por la puerta dando un portazo mientras me dejé caer en suelo, llenó de barro a causa de la arena que había y la intensa lluvia que caía sobre mí.
Grité.
Carecía de afecto hacia Jake, pero aún así daba igual porque era del Clan, era como de la familia y su muerte era tan importante como ganar la rosa.
Repetí el mismo grito, pero estaba vez golpeando el suelo lleno de barro con una mano, haciendo que me salpicara la mezcla de tierra con agua.
Noté una presencia cerca de mí.
-Suele pasar, Nath-era ella, Aliena. Se puso de cuclillas y me besó la frente-. Toda persona que participe en este juego, debe saber que puede morir en el intento de alcanzar la gloria.
Me sequé las pocas lágrimas que tenía y alcé la vista, fijando mis ojos en los míos.
-Supongo que sí. Es algo que tienes que saber desde el principio- la abracé y a causa del barro que cubría parte de mi cuerpo, la dejé echa una pena.
-Te he manchado-la miré-. Lo siento.
Negó con la cabeza sin darle importancia al asunto. Me volvió a abrazar y me besó en el cuello mientras me acariciaba la cabeza.
Y nos quedamos así bastante rato. Disfruté casi segundo rozando su piel, dejando que su aroma me llevara a otro lugar, lejos de allí… Lejos de la muerte, que era lo que nos esperaba a cada paso nuestro.
Sin más, la segunda prueba fue cancelada.
Todos los participantes nos preguntamos por qué el organizador del juego lo hacía, pero tras varios días encerrados en las cabañas, nos enteramos: Un gran virus eliminaba a gran parte de la población y no querían que sufriéramos sus consecuencias.
Tras un mes de aislamiento, pudimos retomar la rutina, pero esta vez, no hicimos la tercera ya que “carecíamos” de tiempo y eso sería un problema.
No le di gran importancia ya que así, por otra parte, no tendría que preocuparme porque murieran más miembros.
La noche acechaba el gran bosque que formaba un laberinto hasta llegar a la cueva de la rosa donde aguardaba nuestra llegada.
Solo uno, una única persona podría llegar a coger la rosa y disfrutar de los tres deseos.
La tercera prueba transcurría de noche.
Hacía frío y bastante viento. Dificultaba bastante la situación, pero había que hacerlo.
Tendríamos un largo periodo para encontrar la rosa, pero debíamos darnos prisa para que ningún miembro de nuestro Clan o del enemigo la cogiera.
Sin darme cuenta, me estaba enfrentando no solo con mis enemigos, sino también los que habían sido mis compañeros durante un largo periodo de tiempo.
Empecé a andar, con paso rápido pero no lo bastante como para cansarme demasiado pronto.
Oí un ruido detrás de mí.
Me giré, pero no vi nada aunque mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad.
Solo teníamos como arma de defensa un cuchillo y poco más.
Tendríamos que usar nuestro cuerpo como un último recurso.
Eché a andar de nuevo, pero volví a escuchar otro ruido, pero esta vez no detrás de mí, sino delante, unos metros más adelante.
Empuñé el cuchillo y cerré la mano con fuerza.
Apreté los labios y noté como descendía el sudor por mis sienes hasta llegar a un extremo de la mandíbula, la cual apreté hasta que sentí dolor.
De repente, me vi rodeado de dos personas, mucho más mayores que yo. Andarían por los dieciocho años, como Anne.
Uno de ellos era cojo y le temblaban las manos.
El otro empuñaba el cuchillo y me miraba amenazante.
-Ha llegado tu hora-me dijo el del cuchillo, mientras daba un rodeo a mi lado.
Volví a apretar el cuchillo con fuerza y sentí como el sudor volvía a descender por el mismo sitio.
El cojo corrió hacia mí y pude pegarle una patada en el estómago y hacerle un corte que por lo menos, parecía profundo.
Se cayó al suelo y se desmayó.
El otro me fulminó con la mirada mientras apretaba los dientes, del que salió un pequeño gruñido.
Sabía que era superior a mí en todo, así que lo único que se me ocurrió fue salir corriendo, en dirección contraria a mi enemigo.
Tras varios minutos corriendo sin saber a dónde ir, me paré en seco. Miré hacia atrás y no vi a nadie.
Seguro de que lo único que querría era darme miedo para poder conseguir la rosa, si ese era el camino adecuado, claro.
Volví a retomar la senda, sin saber muy bien por donde era.
Me acerqué a una cueva, aunque dudé que fuera esa, ya que querrían confundirnos, pues ese era uno de los objetivos de las pruebas.
Oí gritos dentro y reconocí la voz de Anne.
Eché a correr mientras me iba adentrando y oyéndolos cada vez más cerca.
Y fue entonces cuando me paré en seco. Aún no se por qué, quizás creía que moriría en aquel intento por salvar a mi hermana (si así era) o quizás simplemente por recordar a lo que más quise en este mundo: Aliena.
Y volví a caminar, pero esta vez más despacio hasta que encontré a Anne con un cuchillo ensangrentado en su mano.
Presentaba varias heridas en la cara, su ropa estaba desgarrada y en los brazos tenía arañazos que solo podrían ser provocados por una mujer.
Y entonces lo vi… Estaba tirada en el suelo, con una de sus manos en la herida que no paraba de sangrar.
Aliena lloraba y mi hermana estaba a punto de acabar con su vida cuando intente detenerla.
-¡No!-me desplomé sobre el cuerpo de Aliena y la empujé al suelo.
-¡Nathaniel, aparta!-me espetó Anne, mientras intentaba levantarse y empezaba a llorar-. ¡Es el enemigo! ¡No puedes aliarte con ellos!
- ¡No lo estoy haciendo!-exclamé levantándome del suelo.
Estuve a punto de agredir a mi hermana ya que estaba muy enfadado, pero alguien siseó algo a mi lado.
-Déjalo, Nathaniel. Por favor, acercarte- me dijo Aliena, con pocas fuerzas mientras me cortaba un trozo de la camiseta e intentaba taparle la profunda herida.
Me arrodillé.
-Todo va a salir bien-la dije y ella me sonrió.
Abrí los ojos como platos.
Levanté la cabeza del cuerpo sin vida de Aliena mientras me incorporaba.
Me dolía todo el cuerpo, especialmente el cuello.
Anne estaba a mi lado, mirándome.
-Ha sido todo culpa mía-se secó las lágrimas. Tenía la cara completamente roja-. Lo siento.
Ya no había vuelta atrás, no podría hacer nada por salvar a Aliena.
Miré su cuerpo sin vida.
-No tengo el valor suficiente para decirte adiós para siempre y no volverte a hablar, no volver a contemplar tu mirada….
-En ese momento, no sentía nada. No odiaba a mi hermana por lo que había hecho. Me acordé de lo que me dijo Aliena el día de la lluvia: “Toda persona que participe en este juego, debe saber que puede morir en el intento de alcanzar la gloria”.
-Vámonos. Enterraremos a Aliena a las afueras, para que nadie la moleste-dije.
Y acto seguido, nos marchamos con el cuerpo de Aliena. A modo de despedida, la besé en la frente y la enterramos.
Cuatro años después de la muerte de Aliena, sigo estando en el Clan del Sur y lucho por la ciudad. Ese es nuestro destino, luchar unos contra otros, un destino del que no podemos escapar, pero no debemos perder la esperanza, quizá algún día todo esto acabe y pueda vivir en paz con mis recuerdos, con el recuerdo de Aliena.