¡Hola a tod@s!
Wiiiii aqui publicando otro relato para un concurso, que es dificil que pueda ganar un puesto aunque orgullosa estoy de participar júm xD
Bueno, este relato es mas corto que el que hice para el Juego de la Rosa [!!], y ademas, puede llegar a ser mas tetrico xD
Pero aun asi me gusta ^-^
Espero que os guste ^^
Os dejo que tengo que irme a dormir xDD
¡Un besazooo!
El séptimo ángel.
Cuenta la leyenda que quién se encuentre con el ángel de alas negras, único en su especie, deseará no haber vivido.
3 de Diciembre, 2010.
Recuerdo muy bien ese día, Sí… Cómo la palma de mi mano. Es algo que tengo grabado en mi memoria y por desgracia, será para toda la eternidad.
Me había encerrado en mi habitación por una discusión sin importancia entre mi madre y yo.
Solo por el mero hecho de que no me dejaran ir a la fiesta de Lily me había puesto echa una furia.
Me tiré a la cama y empecé a llorar. Me sentía realmente estúpida llorando por un motivo que no tenía importancia, porque viéndolo a mis dieciséis años, reconozco que la discusión era propia de una niña de quince años.
-Tranquila, más vendrán. Además, Lily se iba a enfadar de todos modos.
Alguien habló. Alcé la cabeza y vi una criatura con alas negras, ojos grises sin pestañas, el pelo largo lacio, recogido en una coleta y con una media sonrisa en sus labios que resultaba escalofriante.
-¿Quién eres? - pregunté -. ¿Un ángel?
El supuesto ángel asintió.
-Pero no tienes alas blancas ni aspecto de ángel. Los ángeles tienen bellas sonrisas -dije, cruzándome de brazos.
-En realidad, somos una raza única en nuestra especie. Somos una “familia” de siete miembros que buscamos llegar a ser ángeles del todo, es decir, entrar en el Cielo, un lugar maravilloso. Yo soy el menor de esta familia.
-¿Estáis desterrados?
-Podría decirse que sí. Necesitamos ganarnos la mano de Dios para así poder “entrar” en el paraíso, es decir, a lo que los mortales llaman Cielo.
Me pareció realmente sorprendente. ¿Desde cuándo se te aparece un ángel en tu habitación y te empieza a hablar como si nada?
-¿Y esa raza tiene algún nombre en concreto?
-¿Debería? - el ángel de alas negras alzó las cejas, haciendo entender su sorpresa ante mí pregunta -. Nos llaman ángeles Ol’Narcs.
Mi madre llamó a la puerta avisándome de que ya estaba la cena.
Miré al ángel Ol’Narc y después a la puerta de nuevo.
-Puedes abrir, no puede verme.
Pero no vi la necesidad de abrir. Simplemente, la avisé con un simple “¡ya voy!” y se oyeron sus pasos alejándose de la puerta de mi habitación.
-Clary, Lily no va a querer verte más por algo que harás. Por eso estoy aquí, para detener esa mala acción que hará sufrir a tu amiga y a ti misma al mismo tiempo, porque tú bien sabes que Lily es tu única amiga y si la pierdes…
Me levanté de la cama y abrí la ventana.
-Vete. No eres nadie para decir que amigos tengo o dejo de tener. Si puedo impedir esa mala acción, ya veré como lo hago. Vete.
-No creo que puedas detener esa acción- el ángel Ol’Narc se levantó y cerró la ventana-. Le quitarás la vida - abrió los ojos y una gran fila de dientes afilados mostraron la felicidad al decir aquellas palabras.
Y sin más, desapareció.
Me quedé en el sitio, no era capaz de moverme. Las piernas no me respondían ni podía articular palabra.
-No…puede ser… - murmuré -. Lily…no…
Me dejé caer en el suelo y sin más, grité.
En un par de segundos me vi rodeada por los brazos de mi madre que me susurraba al oído que me tranquilizara.
5 de Diciembre, 2010.
No podía más, me vi realmente desesperada.
Los días cuatro y cinco no fui a clase. Le dije a mi madre que no me encontraba bien y me quedé en casa los dos días.
Y él volvió a aparecer. Sentí miedo.
Estaba justo en una esquina de mi habitación con un cojín entre mis brazos cuando llegó.
Me di cuenta de que no sonreía. Tenía rajas y estaban cosidas con hilo negro.
-¿Qué te ha pasado? - pregunté, sin mirarle a la cara.
-Por haberte hecho llorar, me han castigado - se sentó en el suelo, enfrente de mí -. Mira mis alas.
De donde le nacían las alas había sangre ya seca.
-Y eso también. Me duele - se tocó la parte cosida de los labios.
-Quería… pedirte que me ayudaras a detenerme de esa mala acción, y a cambio haré algo por ti. Te lo prometo - le sonreí. Le mostré mi primera sonrisa en dos días.
Sus ojos empezaron a brillar de felicidad.
-¡Oh, gracias! ¡Muchas gracias!
Me explicó el plan.
Ella se enfadaría conmigo porque no iba a la fiesta que había organizado. Por venganza, Lily ligaría con el chico que a mí me gustaba (mientras ella lo sabía) y entonces le respondería.
Así, cogería una cuchilla y le haría un corte profundo para que se desangrara. En ese momento, es cuando el ángel Ol’Narc interviene empujándome hacia la pared para que me quedara atontada y así, que Lily escapara.
Todo salió según lo planeado.
8 de Diciembre, 2010.
Me encontraba en el supermercado con mis padres y mi hermano pequeño haciendo la compra.
Sentado donde los congelados, se encontraba el ángel Ol’Narc.
-Pensaba que solo nos veríamos en mi habitación - susurré, ya que sería raro que la gente me viera hablando sola.
-Pero tenía que hablar contigo, ya sabes la ayuda que me tienes prometida - me guiñó un ojo.
-¿Los ángeles Ol’Narcs también tienen nombres? - mientras metía en la cesta yogures de limón, fresa y macedonia, él se rió.
-Alec, el último de la dinastía de nuestra raza.
-Alec… Bonito nombre - le sonreí y él me devolvió la sonrisa.
Seguía teniendo alguna cicatriz en la boca y sus alas seguían algo ensangrentadas.
-¡Clary! - me gritó mi madre, moviendo el brazo derecho.
-Anda, ve. Ya te echan en falta - dicho eso, Alec desapareció.
Corrí con la cesta con los yogures de varios sabores y seguimos con la compra.
Eran las once de las noche, y me aseguré de que todos estaban ya durmiendo para así poder hablar en un tono normal con Alec.
Por raro que parecía, él era un chico y por lo menos, esa raza tenía sexo no como los demás ángeles que conocemos los mortales.
Cerré la puerta de mi habitación y me senté en la cama. Alec, justo enfrente con una silla.
-¿Y qué tengo que hacer para recompensarte por lo que has hecho?
-Ganarte la mano de Dios; es decir; su plena confianza.
Abrí los ojos de par en par.
-¿Cómo hago yo eso?
-Fácil. Solo tienes que ir a la iglesia a rezar y a pedirle ayuda. Él acudirá en tu ayuda. Pídele que la raza Ol’Narc pueda adentrarse en el Cielo, en el paraíso - estaba serio, no sonreía. Parecía una estatua.
-¿Solo? - era un trabajo muy sencillo y fácil de hacer.
Alec asintió con la cabeza y se esfumó como el humo.
9 de Diciembre, 2010.
Sobre las ocho de la tarde, fui a la iglesia a rogarle a Dios que a la raza Ol’Narc les dejara entrar en el Cielo.
Pero mis ruegos no fueron escuchados.
Al día siguiente, volví a ir, pero tampoco parecía que pasara algo.
Alec tampoco se presentó en ninguno de los dos días. Supuse que tenía asuntos más importantes que irme a verme, pero de todas formas, me extrañó bastante.
18 de Diciembre, 2010.
Nueve días transcurrieron sin ver a Alec.
Rezaba en mi casa, le pedía a Dios que me escuchara, pero tampoco dieron resultados, no obtuve ninguna respuesta de Alec de que ya estaba en el Cielo.
Empecé a desesperarme. Me estaba dando cuenta de que sin ver a Alec no era capaz de vivir.
Empezaron las discusiones de nuevo con mis padres, mi hermano pequeño y mi única amiga, Lily.
Ella pasaba de mí o no soportaba estar a mí lado cuando más chicas estaban con ella.
Intenté hablar con ella, pero diciendo que estaba mintiendo o que se cansó de ser la única chica que estuviera con ella, que me buscara a más gente.
El único problema es que nadie me buscaba.
19 de Diciembre, 2010.
-¡Alec! - exclamé mientras ojeaba mi libro de Ciencias Naturales -. ¿Dónde estabas? Te he echado mucho de menos, le pedí a Dios miles de ruegos pero él…
-¡Cállate! - tiró el libro al suelo -. ¿Cómo puedes ser tan estúpida de que el único favor que te pido y no lo cumples? ¡Lo mío fue mucho más arriesgado que lo que te he pedido que hicieras! - estaba muy furioso. Me dio miedo, pero me armé de valor.
-Pero si yo…
-¡No me vengas con esas ahora! - las plumas de sus alas estaban desprendiéndose, acompañadas de un poco de sangre de color negro.
Empecé a sollozar y me senté en el suelo, hundiendo mi cabeza en mis rodillas.
Tras cuarto de hora sin hablar ninguno de los dos, alcé la cabeza y vi su cara a escasos centímetros de la mía.
Me secó las lágrimas con sus dedos secos, llenos de rajas.
-Lo siento, no sé que me ha pasado. Parece que Dios tiene asuntos más importantes que los nuestros.
-¿Sabes? Lily no quiere saber nada más de mí.
-Suele pasar cuando un ángel de alas negras ayuda a un humano.
-¿Dónde estuviste este tiempo? ¿Por qué no viniste a verme? ¿Acaso no quieres estar conmigo?
No me respondió. Se quedó callado, mirando al suelo, en busca de alguna respuesta.
-No sé por qué, pero hasta ahora eres el único al que quiero de verdad, al que necesito a mi lado para vivir. No sé qué sería de mí sin ti, Alec.
-No digas cosas que no entiendes.
Desapareció… Otra vez.
12 de Enero, 2011.
Pasaron muchos días sin volver a ver a Alec. Cada vez que estaba triste me decía lo último que salió de sus labios.
Transcurrieron días, semanas… Y no lograba verlo por ningún lado.
Llegué a pensar que estaba loca y pareció ser verdad.
No paraba de repetir una y otra vez la frase “el ángel de alas negras” y de temblar.
No comía, no dormía, no iba a clase… Dejé de ser una persona normal.
Mi cumpleaños pasó y con dieciséis años fui incapaz de volver a empezar de cero. Nuevas cifras, nueva vida.
Imposible.
Mis padres abrieron la puerta del centro donde me internarían. No opuse resistencia.
Quizás, allí vería a Alec.
A las puertas del centro, vi pasar a Lily junto a una chica, pero no les dije nada.
No tenía nada que decir.
Mis padre se despidieron de mí, de dejaron en la habitación 303. Hacía frío y me sentía muy sola, aunque eso ya era normal, porque no fui capaz de ver mis dieciséis años con buenos ojos.
18 de Enero, 2011.
Aquel sitio era horrible.
Me daban pastillas para calmarme, porque no paraba de repetir la misma frase una y otra vez, “el ángel de alas negras”.
Era ya de noche cuando oí una voz.
-¿Tan joven y ya estás aquí? Pensaba que tu estado de locura aguantaría más.
Era él, Alec. No tenía el mismo aspecto de siempre. Cuando me levanté a abrazarlo, me paré en seco.
Su pelo estaba más corto, como cortado a trasquilones, sus alas apenas tenían las plumas negras y caía sangre negra de ellas. Su sonrisa ya no era la que era: estaba cosida por todos los lados con hilo negro y tenía el mismo aspecto de un muñeco triste.
Se acercó a mí y me encadenó la muñeca con la mía.
-Vivirás conmigo eternamente - se intentó reír, pero le era imposible a causa de los hilos.
Entonces grité. Un grito desgarrador. Rapidamente, tres enfermeros vinieron a por mí y me pusieron una camisa de fuerza.
-Me quedaré aquí viendo como sufres cada segundo a mi lado - quitó las cadenas.
Grité y lloré a la vez, pero esta vez no estaban los cálidos brazos de mi madre para abrazarme.